Capítulo 22

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—Jeje, eres dulce, Noel—.

—¿Cómo es que tu pronunciación nunca mejora...?—

—¿Hm?—

—Suficiente. De todos modos, que tengas un viaje seguro. Princesa Liz.—

Se inclinó tan formalmente como acababa de hacerlo el duque.

¿Por qué?

Se sintió extrañamente bien después del saludo.

Rieta se rió a carcajadas y Noel refunfuñó sin razón, diciendo: —¡No vayas al almuerzo y hagas algo que degrade al duque!—.

Fue tan divertido para él decir las palabras que ella esperaba, que Rieta volvió a reírse.

***

De camino al palacio en carruaje.

El duque miró a Rieta, que estaba encantada aferrada a la ventana y le preguntó por la historia que acababa de mencionar.

Él estaba preocupado.

No parecía pensar muy bien sobre sí misma.

—Ahora está bien.—

—¿Estás segura de que estás bien, princesa?—

Cuando el duque volvió a preguntar con cuidado, ella asintió con sinceridad.

—Enserio.—

—Tu estado de ánimo cambió en un instante—.

Rieta se rió entre dientes, "Lo sé".

—Porque Noel tiene el talento único de hacer que las personas se den cuenta de lo queridos que son—.

—Estoy orgulloso de escuchar que ese niño se comportó tan bien—.

—Así es, es muy agradable—.

Genial.

Sus labios sonreían levemente después de decirlo.

En ese momento, Rieta sintió como si le hubiera acariciado la cabeza.

***

Cuando Rieta apareció en el almuerzo del emperador, todos los nobles se sorprendieron.

Solo recordaban a la Rieta que había sido una "pobre chica con aspecto de hambrienta" en ese momento.

La impresión había sido tan fuerte, que su ternura natural había sido eclipsada.

Pero, hoy esa chica se veía diferente.

Los nobles miraron a Rieta con admiración mientras saludaba al emperador.

Tal vez sea porque se veía confiada y alegre.

Cualquiera podría pensar fácilmente en la palabra "encantadora" mientras la miraba.

Además, el Emperador obsequió hermosos zapatos con cintas para celebrar el "establecimiento seguro de Rieta en el Imperio".

—El Imperio tiene muchas cosas para que la Princesa vea—.

Supuso que significaba “ve y aprender muchas cosas con estos lindos zapatos”.

Rieta inmediatamente se puso los zapatos con alegría, y el Emperador estaba muy complacido.

Gracias a la abierta buena voluntad del público, no había sido demasiado difícil ganarse el corazón de los aristócratas.

Por supuesto, algunas personas no estaban contentas con el regalo de zapatos del Emperador.

Es el duque de Mayer.

—El papel de un guardián es ser responsable del anfitrión. Su Majestad.—

—La princesa es como una sobrina para mí. ¿Me estás prohibiendo que le regale un par de zapatos a mi propia sobrina?—

—¿Por qué la princesa de repente se convierte en su sobrina?—

Cuando el duque preguntó desconcertado, el emperador volvió a preguntar avergonzado.

—Oh, ¿no lo es? ¿Aún no?—

—No es "Aún no", si no nunca. Soy el guardián de la princesa.—

El duque parecía distinguir claramente entre “padre” y “protector”.

No parecía diferente al Emperador.

—Mi hermano es demasiado estricto—.

—Solo te estoy diciendo la verdad—.

—¿Es porque se quitó los zapatos que compraste y se puso los que le regalé?—

—... Estás diciendo tonterías—.

Justo a tiempo, el sirviente trajo un buen trago y la discusión de hermanos se detuvo por un momento.

El emperador ofreció un brindis, para conmemorar la eterna amistad entre el Reino de Liz y el Imperio.

Había jugo de frutas en la taza de Rieta, por lo que también podía gritar un brindis bullicioso con la gente del Imperio.

Rieta, que estaba mucho mejor, se sintió tonta por haber estado preocupada durante días por: —¿Y si pasa algo en el almuerzo?—.

Después de asistir, se dio cuenta de que no había nada de qué asustarse.

La hora de la comida de todos en la mesa larga había terminado.

El asistente guió al Emperador ya los nobles a un salón cercano.

Ahora, Ella asistió en nombre del Reino de Liz.

El ministro fue cortés con el emperador y con Rieta.

—Esta es la carta de Liz al gran emperador—.

Gracias a su fuerte voz, todos los que se habían reunido en el salón lo notaron.

Los ministros leyeron el plan de pago enviado por el rey.

Uno habló en el idioma del Reino y se detuvo, para que el otro pudiera cambiarlo al idioma del Imperio.

Gracias a esto, Rieta pudo entender perfectamente el contenido.

Sonaba bastante bien, muy diferente a lo que había estado temiendo.

Obviamente, los pocos sirvientes decentes deben haber trabajado duro. Estaban realmente agradecidos.

Todo lo que su padre hizo fue enviar macetas y oro a hermosas niñas en el campo.

La carta del Rey Liz se leyó inmediatamente después del anuncio del plan de pago.

Apreciaba profundamente la generosidad del imperio.

En realidad, hubo muchos comentarios que parecían halagar al Emperador.

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[Traducción: Lizzielenka]