Capítulo 40
Mientras Enya lo miraba con sus ojos abiertos de par en par, Leroi se levantó de un salto.
Así, discutieron durante un buen rato sobre si realmente una persona podía ser más rápida que un puma. Pelearon como lo harían dos hermanos hasta que finalmente llegaron a la conclusión de que nadie podía decirlo con seguridad y dieron por terminada la discusión.
—Pero esta es la primera vez que veo a una mujer con cabello tan largo. ¿Por qué no lo cortas? ¿No es molesto?
Leroi también tenía una larga cabellera que le llegaba a la cintura y para Enya, era él el que se veía extraño. Enya a su vez observó su cabello con detenimiento y expresó con admiración.
—También tienes el cabello largo. ¿Por qué los hombres del Bosque Nervana no se lo cortan?
Enya se permitió preguntar. Leroi replicó, abriendo los ojos de par en par.
—¿Cortarse el cabello? Imposible. Los hombres en el bosque de Nervana sólo se cortan el cabello cuando pierden una batalla. Es verdaderamente una desgracia entre las desgracias.
En ese momento, se escuchó un claro silbido sobre la leña ardiendo, donde el evento estaba en pleno apogeo. Al principio Enya pensó que se trataba del sonido de un instrumento, sin embargo, éste se hizo cada vez más fuerte y, al cabo de un rato, Leroi se llevó una mano al rostro y dejó escapar un suspiro pesado.
—…Maldita sea. Yaru se ha emborrachado.
De hecho, tal como había dicho, del otro lado de donde ellos se encontraban, Yaru avanzaba lentamente hacia algún lugar con un barril lleno hidromiel metido en su costado.
Al ver esto, Leroi murmuró mientras miraba a su alrededor pareciendo estar en problemas.
—¿Yasmin está durmiendo? Vamos, ¿cómo puede actuar así siendo madre...?
Yaru, que estaba cerca de donde empezaba el bosque, pronto comenzó a silbar colocando sus dedos en la boca. Como si Leroi no pudiera soportarlo más, saltó de su asiento con ambas manos a los costados de su cabeza.
—Aquí vamos de nuevo…
Durante un buen rato, Yaru silbó tan cerca de la embriaguez que la gente a su alrededor no hizo más que fruncir el ceño. Sin embargo, cuando no hubo respuesta a su llamado pareció murmurar algo y se dirigió a otra parte.
No fue hasta que Enya comprobó quién estaba en la dirección en la que se dirigía Yaru que siguió a Leroi y se puso de pie. Yaru se tropezó contra Rigata, quien bebía alcohol mientras se apoyaba sobre un árbol.
—Cariño, ¿estás listo para poner un bebé dentro de mí hoy?
Una Yaru borracha levantó la barbilla de Rigata con las yemas de los dedos y lo miró fijamente a los ojos.
La quijada de Enya cayó ante tal escena. Leroi se tapó los ojos dejando escapar un profundo suspiro.
—Maldita sea. Una vez borracha, se aferra a cualquiera y hace lo mismo... Esa mujer…
Ya sea que los alrededores estuvieran igual de conmocionados o no, Yaru le susurró a Rigata en un gesto juguetón.
—Tienes que hacerlo bien esta vez. Desde que tuve a Yasmin no he podido darle un hermanito menor. El desempeño del padre también es importante, ¿no lo sabes?
Enya se sorprendió al escuchar lo que Yaru tenía que decir.
Era increíble que pudiera decir aquello como si nada.
Al mismo tiempo, al no saber cómo reaccionaría Rigata, sudor frío comenzó a correr por su espalda.
Por otro lado, la respuesta de Rigata fue aún más espectacular. Dejó la botella que estaba bebiendo y le lanzó una mirada penetrante.
—¿Qué quieres? No tengo ningún interés en involucrarme con una mujer borracha.
En ese momento, el cuerpo de Yaru fue levantado. Un hombre apareció detrás de ellos y se aferró a su cuerpo con una sola mano, el cual estaba apoyado contra el de Rigata.
Enya reconoció al hombre y miró a Leroi con asombro. Éste se encogió de hombros, dando a entender que sólo debían observar. Fue una actitud que le dio a entender que esta no era la primera vez que sucedió aquello.
—...Es por eso que siempre me pregunto si Yasmin es mi hija, Yaru.
Nihitan reveló sus colmillos y le habló a Yaru sentada entre sus brazos, con un tono ligeramente enfadado.
Mientras tanto, Yaru abrió los ojos entrecerrados y exclamó abiertamente.
—¡Hitan ...!
Luego, tan rápido como un mono, se soltó de sus brazos y rápidamente lo abrazó por el cuello.
—¡¿Por qué vienes ahora…?! ¡Te he estado llamando desde antes!
Enya se sorprendió bastante al ver a Yaru arrojar su pequeño cuerpo sobre Nihitan, trepando por su enorme cuerpo como si de un árbol se tratase. Sin embargo, los demás habitantes del bosque de Nervana los miraron con indiferencia, como si fuera algo de lo más natural.
Rigata también volvió la cabeza hacia ellos con el ceño fruncido y se llevó la botella que estaba bebiendo a la boca.
—¿Yasmin está durmiendo?
Nihitan murmuró con voz franca no diferente a la habitual, aceptando el coqueteo de Yaru en su totalidad.
—Por supuesto. Se parece a ti, es tan vivaz durante el día como un recién nacido que corretea sin poder atraparlo.
Nihitan acomodó a Yaru en una posición más estable y presionó sus labios contra la parte posterior de su nariz antes de murmurar con aparente nerviosismo.
—...¿Se parece a mí? ¿No a Inaken?
Luego, con una sonrisa un tanto extraña, Yaru levantó la barbilla de Nihitan con las yemas de los dedos para encontrarse con sus ojos.
—¿Cuántas veces tengo que decírtelo para que lo creas? Eres el único con el que me acosté en aquel entonces. Tanto entonces como después.
Enya volvió la vista rápidamente hacia otro lado, avergonzada de observarlos mirándose fijamente el uno al otro.
Todavía no podía creer que la hija de esos dos fuera Yasmin.
«No es de extrañar... definitivamente me dió la impresión que Yasmín se parecía a alguien...»
A Enya se le puso la piel de gallina cuando se dio cuenta de que ese alguien era Nihitan. El cabello de Yasmin, cuidadosamente peinado y trenzado pues todavía no había pasado por la ceremonia de mayoría de edad, era largo y ondeaba detrás de su espalda como el de su padre cada vez que corría antes de irse a la cama.
—De todos modos, Yaru no ha mirado a ningún otro hombre que no sea él desde que dió a luz a Yasmin, aunque siempre hace esto cada vez que se emborracha.
Tan pronto como terminó el ajetreo, Leroi refunfuñó y añadió una explicación para Enya, que no estaba familiarizada con las costumbres del Bosque Nervana.
—Las mujeres como Yaru, que decidieron establecerse con un solo hombre, dejan la tribu y viven deambulando junto a su pareja durante varios meses. Es como una luna de miel. Por lo general regresan cuando hay tres de ellos. El embarazo y el parto en un bosque dominado por la araña esquelética es un escenario demasiado aterrador que dos personas simplemente no pueden manejar.
Agregó mientras señalaba a Nihitan, quien sostenía a Yaru y caminaba hacia el lugar donde yacía Yasmin.
—Esos dos no tuvieron ese período de luna de miel cuando Yasmin nació de repente...bueno, en realidad nadie imaginó que Yaru se conformaría con una sola persona.
Luego se rascó la barbilla, diciendo que todavía no entendía mucho sobre las relaciones entre hombres y mujeres.
Cuando Enya escuchó eso, reflexionó aturdida.
«Solos en un lugar donde no hay nadie...juntos durante meses…»
Cuando recordó esas palabras, trató de borrar el rostro de una persona que le vino a la mente.
…Si Tarhan y ella hubieran vivido un periodo a solas como ellos, ¿habrían tenido ya una hija parecida a Yasmin?
Si Enya y Tarhan pudieran estar juntos durante meses, solos, sin experimentar la constante tensión de ser lastimados por los Aguileños que tanto la odiaban y quienes frecuentemente enviaban a Tarhan a cazar, sin que nadie los notara, sin reglas que seguir y sin obligaciones de las que asumir la responsabilidad…
Si tan solo pudieran pudieran tener un tiempo a solas...
«Aun así, no habría tenido hijos»
Enya inclinó la cabeza con ojos nublados, recordando el diagnóstico dado por la abuela Piache.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Leroi le sugirió tomar asiento de nuevo. Enya volvió a sentarse y tomó un sorbo del agua fría ofrecida por él.
—Este…el sublíder de Aguilea.
Quizás Leroi tenía algo que decir, pues miró a Enya con las mejillas ligeramente sonrojadas.
—Si has estado viviendo en la casa de ese hombre por más de una década, ¿entonces debe ser un hombre muy talentoso en Aguilea, ¿verdad? Bueno, con solo mirar esas cicatrices en la parte posterior de su cuello, puedo adivinar hasta cierto punto…
Enya inmediatamente se sonrojó ante sus palabras.
Había estado pensando en ello por un tiempo, pero ¿por qué la gente del Bosque Nervana la trataba como una buena mujer, solo superada por Tarhan…no, ¿incluso mejor que eso? Se estaba volviendo una carga para ella, que sabía que su verdadera condición era peor que la de un gusano en Aguilea.
Aun así, Leroi no puso fin a sus preguntas sobre Tarhan. Siguió indagando más sobre él.
—Cuando te trajo por primera vez a su cabaña, entonces, ¿fue entonces cuando… sangraste por primera vez?
Vacilante, dejó salir las palabras e inmediatamente se disculpó, preocupado.
—Ah. No tienes que decirme si te sientes incómoda. Lo siento...
Ella notó lo que él tenía en mente al hacer tal pregunta y se sonrojó a la vez. Pudo entender un poco la razón del por qué éste se acercó a ella y la bombardeó con todo tipo de preguntas.
Enya preguntó, mordiéndose los labios con fuerza para contener la risa.
—Tú, ¿tienes una chica con la que quieras pasar la 'temporada de primavera'?
Leroi, que fue descubierto, tosió intencionalmente. Pero a pesar de esto, no pudo ocultar el enrojecimiento de su cuello, por lo que Enya terminó riéndose.
Parecía que Leroi estaba más decidido que nunca a preguntar una vez fue descubierto, pues ahora se asentaba una placa de hierro en su rostro.
Enya bajó la mirada, fingiendo reflexionar sobre ello cuando él inocentemente le preguntó si Tarhan le había regalado un montón de pieles de puma negro, tal como lo hacía la tribu de Lehijin.
Después de un rato, tomó una rama del suelo y trazó unas líneas como si estuviera garabateando. Luego se sonrojó un poco y respondió en voz baja.
—...Tarhan me construyó una cabaña.
Cuando pensó en ello, una sonrisa orgullosa escapó naturalmente de sus labios. Sin embargo, la reacción de Leroi hacia ella no fue la que esperaba.
Dejó escapar un grito ahogado y exclamó.
—¡Qué…! Quiero decir, ¡¿te enamoraste por algo así?!
Enya parecía desconcertada mientras Leroi la miraba con incredulidad. Al darse cuenta de la razón, rápidamente se levantó de un salto y agitó las manos.
—N-no. ¡No es el tipo de cabaña que crees que es! No una simple cabaña hecha con algunas ramas de árboles… sino una más adecuada…
Para la gente del bosque de Nervana, que llevaba una vida nómada en el vasto bosque, cambiando periódicamente sus viviendas según el curso de la estación lluviosa o seca, esto era algo que no podrían entender. Sin embargo, en las llanuras de Aguilea, el valor de una cabaña era enorme para una tribu que se establecía en un lugar, cultivaba en campos y vivía junta como comunidad.
Intentó tenazmente explicar el valor de su hogar.
Traducción: Claire