Capítulo 37
Después de un tiempo, una vez el ritual se dio por finalizado, su cuerpo volvió a la normalidad, como si todo hubiera sido producto de su imaginación. Las mujeres del Bosque de Nervana estaban de vuelta con un aspecto esponjoso, pues habían eliminado una gran cantidad de sudor. Sintiendo los estragos del calor, la piel de Enya se erizó debido a la fría brisa del bosque.
Kiyan se acercó a Enya con una toalla mojada envuelta alrededor de su cuello debido al ritual anterior.
—La ceremonia ha terminado. Ahora vamos a llevar a cabo un pequeño banquete, ¿te quedarás hasta entonces?
Enya cortó la distancia y se acercó a Kiyan, quien preguntó con una sonrisa, sus ojos en media luna observándola con más ternura que nunca..La líder del bosque de Nervana, que era tan feroz cuando hablaba con Tarhan, parecía una dama cálida y amistosa.
No pudo ocultar su desconcierto y miró a Rigata.
—Haz lo que quieras.
Rigata estaba apoyado contra el Gerpan en la misma postura que antes, sosteniendo una manzana en una mano y mordiéndola. Algunas de las mujeres del bosque de Nervana que habían completado el ritual se empezaron a acercar a él y otras lo miraron a la distancia.
Al ver dicha escena, Enya pensó para sí misma.
«Como era de esperar, su popularidad en Aguilea no se limita a la tribu.»
Todo parecía indicar que no necesitaría preocuparse de que Rigata se aburriera. Enya se volvió hacia Kiyan y expresó cautelosamente su intención de participar.
Entonces Kiyan la tomó de la mano y la condujo hacia donde se encontraban reunidas las demás mujeres del Bosque de Nervana. Enya sintió instintivamente su cuerpo encogerse al ver a mujeres que parecían de su misma edad. La experiencia de ser acosada por tanto tiempo se había convertido en un hábito, quedando arraigado en su cuerpo.
—E-Esta bien, puedo quedarme aquí...
—¿De qué estás hablando? Todas esperaban con ansias a Enya.
Las palabras de Kiyan la tomaron por sorpresa y preguntó.
—¿...A mí? ¿Me esperaban?
Kiyan respondió, mirándola con ojos castaños brillantes.
—Por supuesto.
El rostro de Kiyan mientras decía aquellas palabras parecía lleno de anticipación y certeza que Enya realmente no podía comprender.
Con un corazón desconcertado, se dejó guiar por Kiyan hasta el lugar donde las mujeres del Bosque de Nervana estaban reunidas en un círculo. El ritual de los hombres parecía haber comenzado mientras las mujeres, que hablaban entre ellas y observaban a los hombres, volvieron la mirada hacia Enya mientras ésta se acercaba.
Enya sintió sus miradas sobre ella y se encogió involuntariamente.
Esto parecía un error. Este tipo de interés en su persona era como una clase de veneno para ella.
«Si le digo que quiero irme a casa ahora, se enojará…»
Por eso, soportó las miradas de las mujeres del bosque de Nervana mientras veía a Kiyan con ansiedad, casi a punto de llorar. La miraron con tanta intensidad que sintió la iban a atravesar.
Su cuerpo, que antes había vuelto a su temperatura normal, se calentó nuevamente. Sudor frío bajó por su columna vertebral.
Enya vaciló detrás de Kiya mientras estiraba y estrechaba la otra mano libre.
Aún así, la tensión no desapareció. Parecía como si estuvieran a punto de burlarse de ella, apuntando a su tobillo con el dedo. Si eso ocurría, entonces ya no podría confiar en estas personas.
Con ese pensamiento en mente, dio un paso valiente con la sensación de caminar por el camino de la muerte, pero una de las mujeres en medio del grupo se levantó rápidamente. Luego la llamó por su nombre.
—¡Enya, estás aquí! ¡Aquí!
Enya miró en la dirección de la voz, absolutamente sorprendida de que fuera la primera vez que alguien la llamaba por su nombre con tanto entusiasmo.
Pronto pudo reconocer a la mujer que la llamó. Era Fiarca, quien junto con Rayhald había pasado por el taller de hierbas de Piache el otro día. Ella fue quien la había invitado a esta ceremonia, explicándole las circunstancias en el Bosque de Nervana.
Tan pronto como encontró un rostro familiar, pudo sentir la tensión de su cuerpo relajarse y su expresión suavizarse
Enya suspiró aliviada y dio un paso hacia Fiarca. En ese momento, su tobillo, que había estado rígido debido a la tensión y la ansiedad, se torció sin más, provocando que Enya cayera hacia adelante.
—¡Ah…!
Tan pronto como su cuerpo colapsó, pudo sentir a Kiyan, quien sostenía su mano, tratar de levantar su cuerpo de inmediato. Sin embargo, la fuerza de agarre de Kiyan no era suficiente para soportar el peso del cuerpo de Enya, que era incapaz de mantener el equilibrado.
Al final, Enya cayó de frente, su rostro golpeándose contra el suelo.
En el momento en que su mejilla se dio contra en el suelo, una indescriptible vergüenza y pánico atravesaron sus huesos. Los vasos sanguíneos de todo su cuerpo se contrajeron y la sangre le subió al rostro.
«Me caí frente a esta gente.»
Enya había tenido una fuerte caída frente a la tribu de Aguilea antes.
Fue en medio de una gran plaza rocosa. Nunca olvidaría la expresión de los rostros de los aguileños, mirándola con disgusto en aquel momento. Innumerables noches se retorció en cama por la escena que la persiguió incluso en sueños.
Sin Tarhan a su lado, nunca habría superado aquellas noches sola.
—¡Enya!
Pronto, alguien llegó apresuradamente a su lado.
Enya se rodeó la cabeza con los brazos a la defensiva para protegerse de cualquiera que se le acercara. Fue por instinto.
Las palabras que continuaron fueron completamente inesperadas.
—¿Estás bien? Oh no, te caíste muy fuerte.
La amable mano que tocó su cabeza la hizo retroceder en el instante. Claramente, esta voz pertenecía a Fiarca. Parecía que Fiarca había venido a su lado para levantarla junto a Kiyan.
Eso no fue lo único que sorprendió a Enya.
—¡Que alguien traiga un ungüento!
—¡Enya se cayó! ¡Llamen a un sanador!
—¡Pónganla en un Gerpan!
Antes de que me diera cuenta, casi todas las mujeres allí se pusieron de pie y la rodearon. Extendiendo sus manos para ayudarla, con expresiones y voces preocupadas.
Enya se sintió estupefacta.
Si esto hubiera sucedido en Aguilea, nadie se habría preocupado por ella y seguirían su camino. Nunca nadie le ofreció una mano amiga.
Completamente aturdida por la repentina avalancha de atención, y miró a su alrededor sin saber qué hacer.
Kiyan gritó de inmediato, alejando a las mujeres.
—¡Shh..! ¡No hagan ningún escándalo! ¿Cuántas veces les he dicho que no la asusten?
Con esas palabras, no sólo las mujeres del bosque de Nervana sino incluso Enya se sobresaltaron. Se levantó entonces mientras sostenían la mano de Fiarca. Kiyan instantáneamente calmó a las clamantes mujeres del Bosque de Nervana, se acercó a Enya y tocó suavemente su hombro.
Luego preguntó, comprobando el estado de Enya.
—¿Estás bien? Como era de esperar, tu pierna debe estar muy mal.
Enya todavía no sabía cómo reaccionar ante la inesperada amabilidad de Kiyan, pero estaba anonadada. Nadie, ni siquiera la anciana Piache o Ihita, le habían mostrado jamás este tipo de interés.
—Oh, lo siento mucho. Es-estoy bien. Mis piernas parecen no escucharme…
Apenas abrió la boca y escupió algunas palabras, Yaru, la sobrina de Kiyan, que había llegado al lado de Fiarca antes de que ella se diera cuenta, le sacudió el polvo del regazo y respondió.
—Está bien, tranquila. Sólo fue una caída.
Entonces la agarró por los hombros y la giró hacia la multitud, gritando como para anunciar algo de lo que parecía estar orgullosa.
—Vamos. Saluden, chicas. Esta es Enya. Se los dije, ¿verdad?
Después de eso sucedió algo aún más sorprendente.
Las mujeres que estaban allí levantaron la cabeza como si hubieran estado esperando y comenzaron a acercarse a ella. La tranquilidad que había conseguido Kiyan fue ensombrecida y los alrededores se volvieron ruidosos una vez más. Cada una de ellas hizo una pregunta, expresando gran interés en Enya.
—¡Oh por los dioses, de verdad…!
—¡Esto es genial…!
La visión tumultuosa que experimentó por primera vez en su vida hizo que Enya sintiera como si estuviera a punto de desmayarse. Estaba perdida en el aluvión indiscriminado de preguntas, por lo que solo agitó sus manos mientras sonreía.
Fiarca, que no podía verla así, suspiró. Dejó escapar un grito y volvió a silenciar los alrededores.
—¡Todo el mundo guarde silencio! Estoy segura de que se los advertí, si Enya dice que no volverá, ¡todas ustedes serán responsables!
No solo las mujeres del Bosque Nervana, sino también Enya cerraron la boca ante las brutales palabras.
Mientras todas miraban a Fiarca, Kiyan volvió a hablar mientras se masajeaba ligeramente la frente.
—Ya ya, vamos a calmarnos todas. ¿Cuándo comenzará el banquete?
Con esas palabras, Yaru aplaudió y dispersó por la fuerza a las mujeres reunidas. Las mujeres empezaron a asar las brochetas de chivo y varias verduras y frutas que habían preparado alrededor de una fogata pre-encendida.
Mientras tanto, Yaru y Fiarca tomaron a Enya del brazo y la llevaron a la parte trasera del árbol.
Allí había asientos.
Sentaron a Enya en el asiento más alto, alinearon el hidromiel y varios bocadillos típicos de Nervana y comenzaron a recomendarle a Enya esto y aquello. En medio de tan agitada situación, las mujeres comenzaron a reunirse nuevamente a su alrededor, una por una.
Se suponía que debían divertirse y disfrutar bajo el nombre del banquete, pero sus mentes parecían estar enfocadas en ella.
—Oh, por los dioses. Sólo mira este maravilloso cabello, es muy fino. Si haces una muñeca con esto, a los bebés les encantará.
—Ojalá pudiera trenzarlo. Es diferente al cabello áspero de los hombres.
En el bosque de Nervana, todas las mujeres se cortaban el cabello y los hombres se lo dejaban largo.
En su cultura, el fino cabello de Enya que se extendía hasta su cintura era algo totalmente extraño, el cual nunca habían visto antes.
Como si ya se hubieran acostumbrado a Enya, siguieron tocando su cabello y hablando con ella, ignorando a Fiarca y a Kiyan, quienes las observaban cuidadosamente.
—Ya sabes, escuché que Enya ya tiene a un hombre con el que realizó el "voto de primavera". Se dice que es el sublíder tribal de Aguilea, tan fuerte como un monstruo. ¿Cómo es que se conocieron ustedes dos?
Traducción: Claire