Capítulo 31
Al escuchar su voz, Enya agudizó el oído y trató de acercarse un poco más.
—Esta guerra no es superficial como para desperdiciar tiempo y poder militar en rituales inútiles. Además, este ya no es un lugar donde solo se reúnen los aguileños. Dieciséis facciones de las Grandes Llanuras y un sinnúmero de tribus minoritarias se han unido para contrarrestar el problema ocasionado por Argon...No puedes querer hacernos quedar tan mal solo para mantener una tradición Aguileña.
Su tono muy educado. Era una refutación lógica que ninguno de los presentes podía discutir.
—¡Hacernos quedar mal!
Pero en lugar de dejarse convencer, Serbia parecía aún más indignada. Entonces, otro hombre a su lado murmuró en voz burlona.
—Como era de esperar, a menos que seas sangre pura de Aguilea, no sabrás la importancia de esta ceremonia. Hacelo saber, madre.
Enya también conocía esa voz.
Era el orgullo de Serbia, Gernan, el segundo hijo de Kahanti.
Enya tembló al recordar el rizado cabello castaño de Gernan y la mirada espeluznante que le lanzaba cada vez que la mirada.
Todos lo conocían no por ser precisamente el segundo hijo de Kahanti, sino por ser el hijo de Serbia…el mayor de los hijos sobrevivientes de Serbia.
Por supuesto, a diferencia de Tarhan, nunca asumió un papel tan peligroso durante las cazas o el campo de batalla. Fue porque siempre contó con la protección de los hijos de los ancianos, y de los feroces aguileños purasangre de la facción de Serbia.
Por lo tanto, Gernan era terriblemente egoísta y totalmente ignorante de como hacer bien las cosas.
No había logrado ningún logro significativo y, aunque solo tenía veintidós años, participaba abiertamente en las reuniones entre los aliados, confiando en la autoridad de su madre.
—¿Qué sabría un perro salvaje de Cartantina que vagaba por los campos abandonados?
En ese mismo momento, Enya sintió el impulso de levantar la tela que cubría la entrada y escupirle a Gernan en la cara.
Nadie podía insultar a Tarhan de esa manera. Hasta donde ella sabía, Tarhan era el guerrero más fuerte y honorable de estas tierras. Las innumerables cicatrices en su cuello y pecho eran prueba de ello. En comparación, el cuello de Gernan lucía suave e inmaculado.
Enya quiso comprobar qué tipo de mirada dirigía Tarhan hacia él en ese momento. No pudo distinguir ninguna emoción en la voz baja proveniente de la tienda.
—Si usé palabras fuertes, me disculpo, Serbia. Solo me preocupaba el efecto que un ritual tan cruel hacia la Diosa Aguilea tendría sobre los soldados aliados.
Tarhan continuó como si ni siquiera valiera la pena responder a las palabras de Gernan. Pensar en el rostro enrojecido de Gernan después de haber sido ignorado hizo que Enya se sintiera un poco más aliviada.
Entonces Tarhan murmuró en tono sangriento, completamente diferente del que había usado en su discurso anterior.
—Si la moral de los soldados pudiera ser elevada al realizar una ceremonia tan cruel, yo mismo habría destrozado los corazones de los pecadores frente a toda Aguilea.
Pudo sentir que la atmósfera dentro de la tienda se volvió sangrienta en un instante después de sus palabras.
El ritual ofrecido a la Diosa Aguilea era uno de expiación realizado en la antigüedad. La sangre que Aguilea, la diosa de la cosecha y la fertilidad de las Grandes Llanuras, favorecía era limitada. Esta, quien también era la diosa del mal y la guerra, odiaba la desobediencia al orden en pensamiento, creencia, género y cuerpo.
En otras palabras, personas con una discapacidad física, aquellos de sangre impura y paganos que servían a otros dioses que la Diosa Aguilea no reconocía.
Los sacrificios de Aguilea recorrían todo el pueblo descalzos, recibiendo barro, saliva y tierra. Subían por un camino cuesta arriba y eran tumbados mirando al cielo. Sus corazones finalmente eran atravesados por la espada de Aguilea de la mano del sacerdote que presidía el ritual. Encontraban una muerte brutal en medio del frenesí de los presentes.
El ritual nunca fue llevado a cabo desde que Kahanti se convirtió en jefe tribal. Pero ahora, era Serbia quien insistía en revivir tan bárbaro ritual.
Enya asumió con calma la situación desarrollandose dentro de la tienda. Discapacitados, una mujer como ella no podría librarse en lo absoluto de ser seleccionada para servir de ofrenda a la diosa Aguilea.
En ese momento, desde el interior de la tienda, Tarhan cortó esa idea sin más.
—Incluso escuché que ese ritual era muy poco frecuente en la antigüedad, aún más desde que Kahanti se convirtió en nuestro líder. No se realizó antes de la batalla contra las Llanuras de Zeferuna, una situación más grave de la que nos enfrentamos en este momento…Es absurdo querer revivir ese ritual.
Entonces alguien en la tienda intervino en la conversación. Era Avisak, la pelirroja de Perugia.
—Espera, Tarhan. Creo que lo que Serbia propone es válido. Nada estimula más el sentido de propósito y motivación de los soldados que ver sangre correr antes de lanzarse al campo de batalla.
Enya miró nerviosa dentro de la tienda al escuchar las palabras de Avisak. ¿Por qué esta mujer tenía tanta confianza cuando nunca antes había estado en una guerra? En ese momento, Tarhan alzó la voz, golpeando un objeto que parecía ser una mesa.
—¿Sentido de propósito? ¿Motivación?
Resopló. Incluso sin tener que mirarlo, Enya pudo decir que habían arrugas entre sus cejas, pues por su voz pudo adivinar que sus nervios ya estaban de punta.
—Lo que necesitamos más que cualquier otra cosa es un sentido de solidaridad, no descargar nuestro odio hacia una sector vulnerable de nuestra población. Hay muchos soldados aquí que no son originarios de Aguilea. No hay razón para derramar tanta sangre sin sentido, así estaremos inculcando el concepto de una coalición y una lucha sin caos.
De repente, se escuchó un comentario apenas audible.
—Por supuesto. La mujer que vive con él es discapacitada, así que ¿cómo podría estar de acuerdo en levantar la moral de los soldados a costa de los discapacitados…?
Enya sintió su corazón hundirse ante esas palabras.
La dueña de esa voz era obviamente Serbia. Ahora con Kahanti yaciendo en cama, Serbia se dedicaba a escupir y refutar cualquier decisión tomada por Tarhan mientras buscaba el respaldo de los demás.
Enya dio un paso atrás, sintiendo los brazos que sostenían la lonchera temblar. Jadeó pesadamente debido al profundo dolor provocado por la escena frente a ella.
Había llegado el momento en que todos sus esfuerzos por evitar convertirse en un obstáculo para él se vieron arruinados. Estaba siendo ridiculizado por su culpa, muy a pesar de que ella no pudiera verlo. Ese hecho atravesó su corazón más que cualquier otro momento donde alguien la señalaba con el dedo.
Una vez más, se volvió a escuchar un fuerte golpe sobre la mesa. Pudo oír a Tarhan gruñendo en una voz incomparablemente más baja que antes.
—¿Los soldados quieren sangre? Entonces se las daré. Puedo dárselas ahora mismo si eso es lo que quieren. Sería mejor comenzar cortando esa lengua tuya.
En un instante, una tensión sofocante fluyó desde el interior de la tienda.
Enya se estremeció al pensar en la venenosa mirada que Serbia debería estarle lanzado a Tarhan en este momento.
Nunca antes alguien se había atrevido siquiera en plantear objeciones a Serbia, quien había dado a luz a los cuatro hijos de Kahanti. Desde que el hijo mayor de Kahanti, a quien ella dio a luz, fue asesinado con honor en las Llanuras de Zeferuna, el poder de su madre, Serbia, se había vuelto más fuerte que nadie.
‘Ella es la mujer que sacrificó a su primer hijo por el bien de la tribu.’
Kahanti reforzó la posición de Serbia con esas palabras antes de yacer en cama, herido. Las palabras del líder tribal, que aún estaba entre los vivos, fueron más poderosas que cualquier otra.
No obstante, Tarhan pareció no prestarle tanta atención y continuó la reunión después de ignorar por completo los comentarios de Serbia.
—En lugar de quedarnos despiertos toda la noche hablando tonterías, sería mucho más conveniente enfocarnos en los refuerzos que traeremos desde las Montañas Kehirin del Sur.
Ninguno de los presentes intentó provocar una vez más su mal humor.
Por las palabras de Tarhan, Enya pudo suponer que esta no era la primera vez en que se presentaban este tipo de situaciones, pues los presentes comenzaron a enfocarse rápidamente en el tema principal como si nada hubiera pasado.
Enya no pudo soportarlo más y se alejó de la tienda.
Cuando pasó tambaleándose con sus piernas maltrechas, pudo notar a algunos soldados aguileños reconocerla y cambiar de dirección, sobresaltados.
Al no existir un sentimiento más humillante que ese, Enya abandonó el lugar sintiendo un tremendo dolor en el pecho. Como era de esperar, solo era un estorbo... La idea de que ella no era más que un montón de piedras en el camino de Tarhan seguía royendo su cabeza.
Después de caminar un rato, sus piernas cansadas comenzaron a doler y pudo escuchar un gruñido proveniente de su estómago.
Ya había oscurecido. Había venido hasta aquí con el estómago vacío después de haber trabajado medio día sudando profusamente, para luego regresar a casa y recorrer una gran distancia hasta la tienda de campaña. Sin embargo, ni siquiera pudo encontrarse con su anhelado Tarhan. Después de tal pérdida de energía, sintió que ya no podía caminar más.
Al final, Enya se derrumbó cerca de una gran pila de piedras cercanas. El sol ya se estaba poniendo, así que no podía ver nada más que las luces provenientes de la tienda de campaña brillando a la distancia.
Enya tomó asiento y abrió el almuerzo que había empacado. Aparecieron frente a ella bolas de arroz ahora frías. Había estado sosteniendo la lonchera con tanta fuerza que la forma de las bolas de arroz, en las que tanto se había esforzado en hacer por la mañana, estaban todas aplastadas y distorsionadas.
«...De alguna manera es un alivio»
Pensó Enya para sí misma.
Si era posible, quería ofrecerle a Tarhan solo cosas buenas y bonitas. Pensando que era una suerte que no tuviera que mostrarle una lonchera tan vergonzosa, Enya colocó una bola de arroz en su boca, ignorando la ligera sensación de asfixia.
Fue cuando estaba a punto de comerse todas las bolas de arroz que había empacado. De repente, pudo distinguir pasos provenientes de algún lado.
Traducción: Claire