Capítulo 28
Al ver esto, Yaru lo reprendió como lo haría con un niño.
—Rayhald. Abstente de mostrar ese comportamiento tan irrespetuoso. Vamos, ten en cuenta que estás socavando la dignidad de Nervana.
—No seas tonta, Yaru. Ambos deberían dejar de pretender ser tan íntegros. ¿De qué sirve que Enya esté asustada? ¿No vinimos hasta aquí para volvernos cercanos? Es por eso que Kiyan me puso a mí, una persona joven y animada, en este grupo aburrido y decrépito.
Entonces acercó su rostro amigable a Enya y sonrió brillantemente.
—Realmente es un placer conocerte, Enya. Por favor, llevemonos bien en un futuro.
Por lo que había escuchado, el hombre llamado Rayhald parecía mucho más joven que Yaru y Nihitan.
Enya se sintió abrumada por la amistosa voz que llegó sin previo aviso y la afinidad con la que la trató como para llamarla por su nombre a la ligera. Le había tomado bastante tiempo incluso a Ihita abrirse a ella.
Esta era la primera vez en su vida que alguien se le acercaba diciendo que quería conocerla.
—Oh, tus ojos se hicieron más grandes.
Rayhald, que miraba a Enya, se rascó la nuca y se volvió hacia Yaru diciendo:
—Oye, Yaru. ¿Está bien así? ¿Lo estamos haciendo bien?
—No lo sé. ¿Por qué me preguntas eso?
—Sigue hablando.
Cuando Yaru respondió con cinismo, Nihitan agregó mientras se situaba junto a ella y se cruzaba de brazos.
Era como si estuvieran más interesados en Enya que en el frasco de miel que habían venido a comprar. Naturalmente, la rodearon y trataron de preguntarle esto y aquello, como si su propósito al ir a comprar miel fuera en realidad hablar con ella.
Si la abuela Piache no los hubiera echado con una mirada furiosa llena de sospecha, pidiéndoles que no perturbaran su taller, habrían estado dispuestos a hablar con Enya durante más de medio día.
—Hay todo tipo de gente extraña...
Piache, que casi había echado a patadas a la gente del Bosque de Nervana, murmuró para sí misma mientras siseaba y revolvía el contenido de un frasco con un utensilio. Sus ojos se volvieron extraños y se enfocaron en Enya. Tenía una expresión que parecía estar considerando algo.
Sin embargo, Enya no se dio cuenta pues su mirada estaba perdida en el vacío, sintiendo como si hubiera sido apuñalada en la parte posterior de su cabeza debido al milagro que acababa de ocurrir.
—Dijeron que era una tribu antigua, así que pensé que solo vivirían del rocío de su noble linaje, pero también hablan el idioma de las Grandes Llanuras mejor de lo que pensaba…son muy peculiares.
Murmuró Ihita a un lado de Piache, como si ella también estuviera sorprendida.
Enya no pudo evitar estar de acuerdo. A Tarhan, la noble Kiyan que dirigía a casi cien habitantes de Nervana, le expresó su intención de asumir la responsabilidad del sustento de la tribu que dirigía. No podía creer que fueran esas mismas personas las que habían bajado deliberadamente a la entrada del pueblo para verla.
—Pero Enya, ahora que lo pienso, te pareces mucho a ellos.
Ihita murmuró mientras observaba a Enya, perdida en sus pensamientos. Ante esas palabras, Enya volvió la cabeza hacia ella y la miró.
—Esa gente, creo que el color de su piel y de su cabello son muy parecidos a los de Enya.
En ese momento, se escuchó un sonido como el de un plato rompiéndose. Entonces Ihita se estremeció hacia adelante y pegó un grito.
—¡Eres muy ruidosa, Ihita! ¡Si vas a decir tonterías, ve a limpiar más frascos!
—¡Estás loca, abuela! ¡¿Por qué vas por ahí golpeando a los demás en la nuca?!
A pesar de la indignación de Ihita, Piache rugió colocando las manos en su gruesa cintura.
—¡Es porque no trabajas y te la pasas diciendo tonterías! ¿Quién se parece a quién? ¡Deja de decir cosas extrañas y ponte a trabajar!
Al escuchar esas palabras, Ihita murmuró y se dio la vuelta para terminar de lavar un frasco. Piache, que la había enviado lejos, está vez se volvió hacia Enya. Luego, con una voz incomparablemente más suave que antes, también le llamó la atención.
—Tú también, Enya. No pienses en relacionarte con esos extraños innecesariamente. Concéntrate si estás aquí para ayudar.
Enya estaba acostumbrada a que la regañaran de esa manera, así que asintió y se movió rápidamente en la dirección donde Ihita había desaparecido. Pero aún así, no pudo evitar que sus pensamientos girarán en torno a la gente del Bosque de Nervana.
[...]
Como prometieron, vinieron a buscar el frasco de miel a la mañana siguiente. Esta vez, vino un grupo diferente de personas. El jovial honbre llamado Rayhald aún la saludaba con una mano, pero la mujer que vio a su lado no era Yaru.
—Vine con Fiarca hoy. No sabía quién te podría estar agradando más.
Rayhald dijo con una voz tranquilizadora, presentando a una mujer de cabello relativamente oscuro y aspecto tranquilo que había venido con él.
—Fiarca es una pariente de Kiyan. Bueno, para ser honestos, podría decirse que yo también. El Bosque de Nervana es una zona muy aislada. Por el bien de la reproducción, incluso si no te gusta, con una mujer que es como de la familia...¡Ugh, Fiarca!
Enya abrió la boca con asombro cuando vio a Fiarca, que había parecido de lo más tranquila, golpear el costado de Rayhald con un codo. Enya se preguntaba si al igual que Yaru, quien había venido ayer, todas las mujeres del Bosque de Nervana tenían esa particular personalidad.
Fiarca también parecía estar más interesada en ella que en conseguir miel. Ella también agarró la mano de Enya a ciegas y sonrió cariñosamente, ignorando la miel que había venido a buscar.
—Es un placer conocerte, llámame Fiarca. No deberían haber enviado a Raynald en primer lugar. Has tenido que pasar un mal rato por este loco, ¿verdad?
Fiarca tampoco usó honoríficos al dirigirse a Enya, aunque pudo distinguir un tono mucho más amigable que el de la gente de Nervana antes que ella.
Quizás al aprender el idioma común de las Grandes Llanuras los términos para mostrar respeto se les hayan pasado por alto.
Enya estaba bastante sorprendida de lo cómoda que parecía Fiarca al hablar con ella, como si se hubiera reencontrado con una amiga a quien no había visto en mucho tiempo. Aún así, no estaba tan sorprendida como ayer, por lo que negó con la cabeza y preguntó tímidamente mientras sus mejillas se sonrojaban.
—Por cierto, ¿hay alguna razón por la que quieran comprar un frasco de miel?
De hecho, esa pregunta era de las que había considerado anoche, mientras seleccionaba y descartaba preguntas que le haría a la gente del Bosque de Nervana que vendría mañana por la mañana. Fue porque ayer había estado tan avergonzada que ni siquiera pudo responder correctamente a las personas que se dirigieron a ella primero. Solo había logrado estrechar sus manos.
Enya estaba muy molesta por eso.
El día anterior, Tarhan no había llegado temprano a casa, pero Enya no había estado destrozada por la desolación y la soledad a las que se había acostumbrado en la cabaña sin él. Su cabeza estaba ocupada pensando en la gente del Bosque de Nervana y en lo que quería preguntarles.
«Lo lamento un poco por Tarhan que está esforzándose tanto pero...»
Se sintió culpable al pensar en su hombre, quien, como jefe de las Fuerzas Aliadas, asumía responsabilidades y obligaciones cada vez mayores, y las sombras se proyectaban sobre su rostro día tras día.
Mientras él luchaba fuera, Enya se preguntó si era correcto acercarse a la gente de Nervana, a quienes ni siquiera conocía bien. Sin embargo, ésta se encontró hablando con ellos antes de darse cuenta, casi completamente privada de control y voluntad, en una escena social que experimentaba por primera vez en la vida.
Enya se derrumbó sin piedad frente a la dulce tentación de interactuar con personas amables por primera vez en su vida.
Tragó saliva nerviosamente al recordar las palabras que había preparado para intercambiar con ellos, que hoy vendrían a recibir el frasco de miel. Afortunadamente, la expresión de Fiarca floreció en un instante ante la valiente pregunta de Enya.
—Oh, miel, por supuesto Enya. Realmente solo hemos venido para hablar conti…
Entonces, de repente, como si hubiera cometido un error, se cubrió la boca. Luego respondió con una actitud más seria.
—Íbamos a utilizar la miel para hacer vino.
—¿En esta época del año...?
Eya preguntó con incredulidad. Entonces Fiarca se sintió avergonzada y vaciló en su respuesta.
—Hmm, sí. Por cierto Enya, tenemos tantas cosas que contarte. ¿No tienes curiosidad sobre el Bosque de Nervana?
Enya sospechaba un poco de Fiarca pero rápidamente se enamoró de su actitud amable y amistosa, así como su disposición para hablar con ella. No pudo evitarlo. Después de todo, ella había estado tratando de hablar con más personas durante toda su vida. Esta era la primera vez que alguien parecía interesado en ella.
No pudo resistir la tentación.
Antes de darse cuenta, dejaron el taller de hierbas de Piache y se sentaron a conversar en un rincón apartado. Ihita, a quien la abuela Piache había enviado junto a Enya con una mirada desaprobadora, estaba haciendo un escándalo mientras se divertía con Rayhald al estilo Nervana.
Ambos que tenían personalidades similares, por lo que rápidamente se volvieron cercanos y estuvieron ocupados bromeando entre sí enseñándose el uno al otro formas de insultar utilizadas por sus propias tribus.
—La tribu de Kiyan es muy grande que consta de un total de cincuenta y cuatro personas. Compuesta totalmente por mujeres. Yaru, la sobrina de Kiyan, se turna con Kiyan para asumir el papel de líder.
—¿Co-Compuesta totalmente por mujeres?
Enya abrió mucho los ojos como si no pudiera creer lo que había oído.
—Sí. Pero no hay nada de malo en que solo hayamos mujeres. Trabajamos juntas para talar árboles, cazar monos, así como para fabricar arcos y flechas para proteger nuestro hogar y comida de los monstruos del bosque.
Había una sensación de orgullo en los ojos de Fiarca mientras explicaba sobre su tribu. Fue también a través de la conversación con Fiarca que Enya se enteró de una tela que usaban para vendar heridas, la cual era hecha a base de hilos producidos por unos gusanos proveniente del bosque de Nervana.
—El gusano es originario del Bosque de Nervana. Puede detener el sangrado y cuenta con excelentes efectos de desinfección. Incluso los moribundos podrían salvarse.
—Las mujeres de Nervana utilizamos esa tela incluso hasta para dar a luz. Si se envuelve al bebé recién nacido en una de esas telas nuevas y limpias, el bebé nunca se enfermará ni será picado por insectos. A menos que haya algún problema, pronto alcanzará la edad de dos años. Después de eso, no tenemos más remedio que orar a los dioses.
Solo escuchando sus palabras, lo que Tarhan había dicho el otro día de que el Bosque de Nervana había vivido de una manera antigua todo este tiempo parecía cierto.
—P-Pero, ¿cómo se puede mantener una tribu si no hay hombres?
Enya frunció el ceño ante cierta contradicción que identificó mientras escuchaba a Fiarca. Ciertamente, habían venido con hombres tal como Rayhald y Nihitan que también se presentaron como residentes del Bosque de Nervana.
Traducción: Claire