Capítulo 27
Tarhan permaneció en silencio por un momento mientras miraba a Kiyan. Agregó después de pensarlo, reprimiendo su ira.
—Pensé que el Bosque de Nervana era una tribu completamente independiente a la que no le importaban los cambios en su entorno. No sé qué los haya hecho cambiar de opinión, pero parece que de ahora en adelante estaremos del mismo lado, así que espero poder llevarnos en paz.
Ante las desafiantes palabras de Tarhan, Kiyan resopló y miró en dirección a Avisak.
—De ser posible nos encantaría. La situación en el Bosque de Nervana no ha sido tan buena desde que se perdió el rastro de “la Hija del Bosque”
Después de haber escuchado esas palabras mientras permanecía en silencio, Avisak habló con una sonrisa significativa.
—La hija del bosque, un noble linaje heredado de la diosa que preside el bosque de Nervana.
Parecía que Perugia se había encargado de hacer una extensiva investigación preliminar.
—¿La hija del bosque…?
Tarhan levantó una ceja ante el rumbo de la conversación.
Entonces Avisak respondió.
—La hija del bosque se refiere al clan que el Bosque de Nervana ha protegido de generación en generación. Es como un linaje real, el orgullo del Bosque que ha resistido durante siglos a la Araña Esquelética, un monstruo catastrófico que ha echado raíces y vive en su territorio.
Kiyan, que había estado escuchando sus palabras, se cruzó de brazos y escupió con fiereza. Su voz sonaba incómoda como si pensara que había dado explicaciones innecesarias.
—Ahora todo es cosa del pasado. El linaje real, del que se decía tenía la capacidad de controlar a la Araña Esquelética desapareció hace mucho tiempo. Además.
Kiyan fijó su mirada al costado de Tarhan y habló de nuevo. Pronto su mirada buscó la de Enya, que permanecía de pie tras de él.
—Después de perder el linaje de la última Hija del Bosque hace décadas, el bosque de Nervana ha ido en retroceso. Nuestros medios de subsistencia han ido disminuyendo gradualmente ya que no podemos controlar a la arrasadora Araña Esquelética. Aún así, seguimos deambulando en busca de agua y comida…
En ese momento, una mujer muy similar a Kiyan que había estado en silencio detrás de ésta, dio un paso adelante y habló. Ella también, al igual que Kiyan, se había cortado el claro cabello un poco más arriba de los hombros.
—Soy Yaru, la sobrina de Kiyan.
Yaru se presentó con un tono muy similar al de Kiyan.
—El Bosque de Nervana también está arrinconado, a pesar de que ahora mismo no sea por la guerra. Tampoco queríamos presentarnos ante ustedes de esta manera, pero honestamente, ambos estamos en la encrucijada entre la vida y la muerte.
Serbia de las fuerzas de Aguilea, que había estado escuchando en silencio, resumió brevemente la situación con voz tranquila.
—... Es un problema que haya monstruos que provoquen similares desastres por todas partes. Bueno, deberíamos alegrarnos de que las fuerzas quienes lucharán contra Argon estén aumentando.
Tarhan suspiró brevemente mientras observaba al grupo del Bosque de Nervana.
—Les proporcionaré un lugar para dormir y algo de comer para compensar su arduo trabajo. Espero que puedan aliviar la fatiga del viaje.
—Gracias, pero tenemos nuestra propia forma de vida. Será suficiente con que compartan con nosotros algunos de sus cotos de caza.
Los ojos de Kiyan y Tarhan se encontraron brevemente en el aire.
—Somos independientes, así que realmente no te molestaremos.
Al escuchar eso, Tarhan asintió con la cabeza satisfecho.
Luego, como si no tuviera nada más que decir, vieron cómo Kiyan retrocedía junto a las fuerzas del Bosque de Nervana. Después de eso, Tarhan condujo a Enya de regreso a la entrada de la aldea, pero ella miró a sus espaldas sin que éste se diera cuenta.
[...]
A partir de ese día comenzó el trayecto para los del grupo del Bosque de Nervana.
Tal como prometieron, contribuyeron a la alianza de las Grandes Llanuras mientras proporcionaban su propia comida y refugio. De vez en cuando bajaban a la aldea de Aguilea a buscar ciertas cosas que necesitaban, pero aun así pagaban un precio justo y regresaban en poco tiempo.
—Según escuché, son realmente orgullosos o tienen la nariz muy alta…
Ihita murmuró casi con entusiasmo sobre la gente del Bosque de Nervana.
—El Bosque de Nervana es la única tribu que conserva un estilo de vida antiguo muy especial, el cual se dice tiene rastros que datan de la época en que los humanos y los monstruos coexistían. Reconozco sus idiosincrasias.
La abuela Piache masticaba un rollo de hojas de tabaco y respondía con indiferencia.
—Entonces deben haber arrastrado los pies hasta aquí por su posible extinción.
Respondió Ihita con un resoplido.
Sus manos estaban vertiendo la espesa miel silvestre en un frasco. Era miel fresca que había sido recolectada esta mañana.
La abuela Piache, que había renunciado a regañar a Ihita, quien seguía lamiéndose los dedos y no dejaba de hablar durante todo el trabajo, finalmente las dejó a Enya e Ihita a cargo de colocar toda la miel restante en frascos.
—¿Acaso eres un alma que murió sin comer miel? Ihita, habrá más miel en tu lengua que en ese frasco.
—A quién le importa, abuela. Vamos a tomar al menos un frasco de miel cada una, ¿no es así? Tienes que pagar por nuestro arduo trabajo.
Mientras Piache e Ihita discutían como de costumbre, Enya se esforzó para ganarse la recompensa de su arduo trabajo.
Ocasionalmente, las abejas que venían con la colmena trepaban por las manos de las personas que habían arruinado su hogar y zumbaban amenazadoramente. Enya espantó a las abejas con las manos, exprimió la miel de la colmena con fuerza y comenzó a colocarla en un frasco.
De repente, la voz de un hombre que nunca antes había escuchado llegó a sus oídos.
—Hola, “cariño”.
[Juego de palabras: También puede traducirse como “miel”]
Era una voz juguetona. Enya volvió la cabeza. Efectivamente, dos hombres y una mujer que veía por primera vez estaban apoyados en la entrada del taller de hierbas de Piache y las observaban.
A juzgar por el color de sus cabellos, más claros y menos pigmentados que el de los habitantes de Aguilea, pudo reconocer de inmediato que eran del bosque de Nervana.
—Escuché que puedes conseguir miel si vienes aquí.
El hombre que llamó “cariño” a Enya levantó una ceja rápidamente cuando notó que ésta les devolvía la mirada con sus manos aún aferradas al frasco.
—Vaya, es verdad. Como dijo Kiyan, realmente se parecen.
Piache e Ihita también dejaron lo que estaban haciendo y miraron a los miembros del Bosque de Nervana que llegaron repentinamente al taller.
Empezaron a conversar utilizando palabras que solo ellos podían entender. Parecía ser un dialecto independiente del Bosque de Nervana. No pasó mucho tiempo antes de que la única mujer entre ellos hablara ágilmente en el idioma común de las Grandes Llanuras.
—Hemos venido a conseguir miel. ¿Podemos obtener un poco?
Enya pudo reconocerla de un vistazo. Se llamaba Yaru, una mujer menuda de cabello corto que ni siquiera le llegaba a los hombros, quien se había presentado como la sobrina de Kiyan, la líder del Bosque de Nervana.
—Oh, la miel todavía se encuentra en proceso de refinación, por lo que tomará algún tiempo.
La abuela Piache se paró frente a ellos, limpiándose las manos.
—No importa. Pagaremos ahora.
Entonces Yaru señaló el frasco de miel en el que estaba trabajando Enya y dijo de inmediato.
—Creo que bastará con un frasco. ¿Cuándo crees que estará listo?
—¿U-Un frasco…?
Ihita murmuró, abriendo los ojos ampliamente por el asombro. Mientras tanto, la mirada de Yaru todavía estaba fija en Enya.
—Creo que estará listo mañana por la mañana, así que por favor vuelvan hasta entonces. Pagaran cuando sea el momento.
La abuela Piache respondió de forma sencilla y clara.
Sin embargo, la gente del Bosque de Nervana no parecía tener intenciones de irse incluso después de escuchar eso.
Enya miraba la escena con ojos curiosos mientras esas personas seguían deambulando por la entrada, observando el interior del taller. Para ser precisos, no estaban mirando a Piache o Ihita, sino a ella, discutiendo algo entre ellos con palabras que no podía entender.
Enya, que estaba acostumbrada a escuchar murmullos frente a ella y a recibir miradas tan explícitas, se disgustó pero continuó trabajando en silencio, su mirada enfocada en el frasco.
Pero la paz que reinaba en el lugar de trabajo pronto se vio interrumpida por el joven que le habló primero.
—Entonces, ¿eres Enya?
Él también hablaba el idioma común de las Grandes Llanuras con facilidad.
El hombre corpulento con una atractiva expresión alegre tenía un peinado impresionante, su largo y negro cabello recogido en una cola de caballo.
Su piel más clara que la de los habitantes de Aguilea era tan blanca y transparente como si nunca antes hubiera estado expuesto al sol en toda su vida. Los músculos que llenaban la parte superior de su cuerpo, el vientre lleno de baches y los hombros anchos que resaltaban a primera vista parecían tan intimidantes como los del principal cazador de Aguilea.
—No tienes que mirarme con esos ojos de lince salvaje. No hemos venido aquí para hacerte daño.
Otro hombre detrás de él se dirigió en voz baja a Enya, quien miraba al primero sin responder con una mirada sospechosa.
Era un hombre con cabello largo colgando detrás de sus hombros, que había estado de pie detrás de Yaru como si la escoltara. Su piel también era clara, pero tenía la apariencia de ser tan duro y fuerte como los guerreros Aguileños que Enya había visto desde lejos.
No solo los dos hombres, sino también la mujer llamada Yaru, eran musculosos y tenían diferentes marcas en los antebrazos. Parecía que cada marca tenía un significado.
—Me llamo Nihitan. Soy el jefe de la tribu de Lehijin, que recientemente ha unido fuerzas con la tribu de Kiyan. Por ahora, puedes pensar en mí como uno de los miembros del Bosque de Nervana.
Diciendo eso, extendió una mano hacia Enya y le pidió un apretón de manos en un tono cortés.
Era la primera vez que alguien le pedía que le diera la mano.
Estaba tan nerviosa que extendió una mano sin siquiera pensar en limpiarla. Sin embargo, el hombre tomó la mano de Enya ligeramente y la estrechó con la misma actitud respetuosa con la que se dirigió a ella por primera vez.
Cuando terminó el apretón de manos, el hombre de aspecto algo coqueto que la había llamado “cariño”, cambió de expresión abruptamente y se adelantó con un resoplido.
—¿Qué es esto, Nihitan? ¿Vas a empezar? Yo también quiero estrechar su mano.
Entonces realmente se puso frente a ella y le tendió la mano de la misma manera, sus ojos brillantes como si hubiera encontrado un extraordinario animal salvaje. Con los ojos bien abiertos y sin darse cuenta, Enya extendió una mano al igual que antes.
A diferencia del hombre llamado Nihitan, que simplemente estrechó su mano, este hombre relativamente joven la agarró y no la soltó.
Traducción: Claire